Texto: Javier Antolín, OSA
Música: Child dreams. Keys of moon
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió:
«Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos».
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Jesús elige a los doce y los envía a predicar, es decir, ellos no actúan por su cuenta, sino que obedecen a quien les envía y cumplen el encargo y la misión recibida. Los “enviados” son elegidos por Dios, en este caso por Jesús, por pura gracia, no por sus méritos, ni por ser los mejores o estar más capacitados que otros.
Nos puede sorprender la elección que hizo Jesús, pues proviene siempre de un amor inmerecido. La raíz de la vocación es precisamente que alguien se ha fijado en nosotros y nos elige para anunciar un mensaje que no es nuestro. La elección es gracia y confianza pues se nos encomienda una misión. Conviene que recordemos que al igual que los doce también cada uno de nosotros ha sido elegido para una misión.
Aunque estemos en verano o en tiempo de vacaciones conviene que escuchemos la llamada que se nos hace a seguir anunciando el Evangelio. Jesús no excluye a nadie, nos llama a todos, pues todas manos son necesarias para que el Reino de Dios siga adelante. La tarea de anunciar el Evangelio es de todos no solamente de los que predican, pues el misionero no es un mero trasmisor, sino que es un testigo que tiene una vivencia personal de la salvación, por lo que anuncia lo que ha vivido, por eso tiene la capacidad de contagiar la alegría y la paz, no solamente lo predica, sino que lo vive y lo comunica a todos.