Miércoles IV Tiempo Ordinario

Escrito el 31/01/2024
Agustinos


Texto: José Mª Martín, OSA
Música: Prelude nº1 in C major. Joham S. Bach (Kimiko Ishizaka)

En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos.

Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».

Y se escandalizaban a cuenta de él.

Les decía:
«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».

No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.

Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.


Ningún profeta es bien recibido en su tierra

El evangelio de hoy nos presenta a Jesús en la sinagoga de Nazaret. En ella están los hombres religiosos de su pueblo, los hombres que van allí porque quieren saber, porque quieren relacionarse con Dios, porque son “practicantes”.

No pudo hacer allí ningún milagro. El milagro se encuentra principalmente en la interpretación de un hecho como acción salvadora de Dios. Sin la fe de los testigos de una curación no puede haber milagro. En este caso, los actos de Jesús no fueron "leídos" desde una óptica de fe, y el milagro no fue posible.

Jesús tampoco es valorado por sus paisanos. Jesús comentó amargamente: “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”. Esta frase se ha convertido en proverbial: nadie es profeta en su tierra. Pero esto es sólo una curiosidad. El pasaje evangélico nos lanza también una advertencia implícita que podemos resumir así: ¡atentos a no cometer el mismo error que cometieron los nazarenos!

Hay que leer detenidamente el Evangelio y llegaremos a una conclusión, no precisamente feliz: todos los defectos que Cristo encontró en los hombres religiosos de su época, y que los evangelistas recogieron cuidadosamente para "enseñanza de la posteridad", los hemos copiado también hoy. Los paisanos de Jesús no creyeron en El, le rechazaron porque conocían muy bien a sus parientes…Nosotros a veces rechazamos a la Iglesia porque conocemos muy bien sus pecados… Mucha gente se aparta de Dios por este motivo y vive en la indiferencia, como si Dios no existiera. No podemos quedarnos solo en lo negativo, olvidando todo lo bueno que hacen los cristianos. Jesús nos pide que confiemos en El para poder ayudarnos.