Texto: Javier Antolín, OSA
Música: Autum prelude
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Pedro le dijo:
«Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?».
Y el Señor dijo:
«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles.
El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos.
Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».
Vivimos acuciados por muchas preocupaciones, todos tenemos muchas cosas que hacer y es posible que no demos la importancia que tiene todo lo relacionado con nuestra vida espiritual y puede que vivamos con un cierto adormecimiento o pereza nuestra fe cristiana.
El Evangelio, por medio de dos parábolas, nos invita a estar vigilantes y atentos en todo tiempo. El ladrón puede venir a cualquier hora, o el amo se puede presentar de improviso. Ambas parábolas nos estimulan a estar alerta y no descuidar lo esencial. No es para que vivamos angustiados o agobiados, aunque sí con cierta tensión, con sentido de responsabilidad, sin descuidar ni la defensa de la casa ni el buen hacer en las cosas que dependen de nosotros.
Todos tenemos unas responsabilidades en las cosas que se nos han encomendado, debemos estar agradecidos por lo que se nos ha confiado, no para aprovecharnos de la situación, sino al contrario, para cuidar con atención lo que se nos ha encargado.
La venida del Hijo del hombre, puede significar el juicio final como la muerte de cada uno, se nos invita a estar “despiertos” en todos los momentos, no solamente cuando vemos situaciones complicadas, pues el Señor nos visita día a día, que despertemos y descubramos su presencia en nuestro camino. Cada día de nuestra vida es un don, por lo que tenemos que vivirlo como si fuera el último y tuviéramos que responder de lo que se nos ha confiado.