Texto: Jesús Baños, OSA
Música: Autum prelude
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».
Él les dijo:
«Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”».
Cuántos líos nos hacemos a veces para rezar al Dios en quien creemos; ese Dios que nos ama y que Jesús nos reveló como Padre bueno . Y, aunque la repetimos con frecuencia, también a veces se nos olvida la forma y el contenido de la oración que el mismo Jesús nos enseñó en el evangelio.
Volver siempre a esta oración es la garantía de estar siendo escuchado. Llamar a Dios, Padre. Sabiéndonos y sintiéndonos sus hijos. Unidos así por un vínculo de fraternidad que no debería poderse romper tan fácilmente como tristemente ocurre tan a menudo; atentos a la llegada del reino, confiados en que ese Padre atiende nuestras necesidades, perdona nuestros pecados empujándonos a perdonar y nos libra del mal.
Orar como Jesús nos enseñó, nos une en una fe que siempre está necesitada de ser fortalecida y que fundamenta la esperanza de vivir como hijos: en plenitud de amor y libertad.