Miércoles II de Cuaresma

Escrito el 08/03/2023
Agustinos


Texto: Jesús Baños, OSA
Música: Autum prelude

En aquel tiempo, subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino:
«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará».
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó:
«¿Qué deseas?».
Ella contestó:
«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
Pero Jesús replicó:
«No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».
Contestaron:
«Podemos».
Él les dijo:
«Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».


           

Ahora que caminamos con Jesús hacia la Pascua, - la peregrinación de la Cuaresma – después de haber podido compartir la experiencia del Tabor como adelanto de la Gloria, con la invitación a levantarnos y caminar sin temor, este evangelio vuelve a ser como un aldabonazo – aldabonazo de Buena Noticia - de que no hay resurrección sin cruz. Ni para Jesús, ni para nosotros que vamos con Él, siguiendo sus pasos. Parece que la madre de los zebedeos iba más atrás en le grupo y no escuchó lo que decía Jesús o el amor de madre tapaba sus oídos… Pero su desubicada - aunque entendible - petición le da a Jesús ocasión de dejar claro a quienes le siguen y escuchan, como nosotros hoy, que el horizonte en el que culmina su misión y nuestra salvación es un horizonte de ENTREGA Y SERVICIO.

En el Reino no hay puestos, ni cargos… ¡ni méritos! Es una realidad posible por el amor de Dios que se manifiesta en al entrega de su Hijo. Una entrega a la que podamos adherirnos por el servicio, la ayuda a quiénes la necesitan, aunque no la reclamen. Así seguimos sus pasos subiendo a Jerusalén.