Domingo XXVI del Tiempo Ordinario 29 de septiembre de 2024
Marcos 9, 38-43.45-47-48
Dad limosna para que Dios escuche vuestras oraciones
San Agustín nos comenta en este sermón el destino de nuestras ayudas, de nuestros donativos. Así el evangelio nos recuerda que el que “dé de beber un solo vaso de agua por ser mis discípulos, no quedará sin recompensa”. Pensemos que todo lo que hacemos en nombre de Jesús, es para nuestra salvación. No pensemos que los bienes de este mundo son exclusivamente para nosotros, pues Dios creo todo para sus hijos. Podemos acercarnos a Dios, ayudando a nuestros hermanos más necesitamos.
“Como nada has traído a este mundo, nada te llevarás de él. Envía hacia arriba lo que has encontrado y no lo perderás. Dáselo a Cristo, pues él quiso recibir aquí abajo. Dáselo a Cristo, y no lo pierdes. No lo pierdes si lo confías a tu criado, ¿y vas a perderlo si lo confías a Cristo? No pierdes lo que has adquirido si se lo confías a tu criado, ¿y lo pierdes si confías a tu Señor lo que has recibido de él? Cristo quiso padecer necesidad en este mundo, pero por nosotros. Cristo pudo alimentar a cuantos pobres veis, del mismo modo que, mediante el cuervo, alimentó a Elías. Sin embargo, también a él le quitó el cuervo para que lo alimentara la viuda. Por tanto, cuando Dios empobrece a unos, no queriendo que posean, lo hace para probar a los ricos. Pues así está escrito: Los pobres y los ricos se encontraron. ¿Dónde se encontraron? Aquí, en esta vida. Nació uno, nació el otro; salieron al encuentro el uno del otro y se encontraron. ¿Y quién hizo a uno y a otro? El Señor hizo al rico para que ayude al pobre, y al pobre para probar al rico. Cada cual obre según sus posibilidades, no de manera que él mismo se halle en dificultad. No es eso lo que os digo. Lo que tienes de superfluo es necesario a otro. Acabáis de oírlo cuando se leía el Evangelio: Todo el que dé un vaso de agua fría a uno de mis pequeños por causa mía, no quedará sin recompensa. Cristo puso en venta el reino de los cielos y cifró su precio en un vaso de agua fría. Pero (sólo) cuando es un pobre quien da limosna, sus limosnas se reducen a dar un vaso de agua fría; quien más tiene, más dé. La viuda dio dos óbolos. Zaqueo dio la mitad de sus bienes y reservó la otra mitad para indemnizar por sus fraudes. La limosna aprovecha a los que cambian de vida. Das a Cristo pobre para redimir tus pecados pasados; pues si el motivo de tu donación es poder seguir pecando impunemente, no sólo no alimentas a Cristo, sino que intentas sobornarle en su condición de juez. Dad limosna, sí; más para que Dios escuche vuestras oraciones y os ayude a cambiar vuestra vida por otra mejor. Y los que cambiáis de vida, cambiadla mejorándola. Por vuestras limosnas y oraciones bórrense vuestros pecados pasados y lleguen a vosotros los sempiternos bienes futuros.”
Sermón 39, 6