Abre la muralla

Publicado el 02/10/2024
Agustinos


Texto:  Aurora Sanz
Música: amazingrace

Cada 2 de octubre desde 2007 el mundo conmemora el Día Internacional de la No Violencia, una fecha que coincide con el nacimiento de Mahatma Gandhi, uno de los máximos exponentes de la resistencia pacífica en la historia. Con esta celebración, la ONU quiso asegurar una cultura de paz, tolerancia, comprensión y no violencia. Lamentablemente queda mucho por hacer aún (basta con ver las múltiples guerras: Ucrania, Oriente Medio...) sin contar otros tipos de violencia muy presentes en todas las geografías y a todos los niveles (incluida la violencia verbal). Desde una perspectiva cristiana, esta celebración adquiere un significado profundo y totalmente en línea con las enseñanzas de Jesús y su mensaje.

Cristo ejemplificó y predicó la no violencia como un camino de vida. Según el evangelio de San Mateo, en sus bienaventuranzas, Jesús hizo referencia a esto: "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios". Jesús nos enseñó a amar a nuestros enemigos, a bendecir a quienes nos maldicen, a poner la otra mejilla y a orar por quienes nos persiguen. Estas enseñanzas son un mandato directo a rechazar la violencia y a buscar la reconciliación. Ya lo sé, no es nada fácil y supone todo un reto.

La no violencia, no debe interpretarse como pasividad ante la injusticia, sino todo lo contrario. Es una forma activa y poderosa de resistencia al mal. Es un compromiso con la dignidad de todas las personas. Implica buscar soluciones que no degraden ni deshumanicen al oponente, sino que apelen a su conciencia y a su capacidad de cambio. El diálogo, la caridad y la empatía se convierten aquí en armas poderosas, en contraposición a la letalidad de la violencia. Son armas vitales, no letales.

La práctica de la no violencia requiere valentía, perseverancia y fe. Es un camino desafiante que nos exige amar incluso cuando es difícil, perdonar cuando parece imposible y buscar el bien común por encima de nuestros intereses personales. El propio Jesús fue un claro ejemplo, y en la misma cruz demostró el poder transformador del amor y el perdón frente a la violencia y la injusticia.

Seamos constructores de puentes en lugar de muros, sembremos amor donde hay odio y seamos instrumentos de la paz de Dios en nuestras familias, comunidades y en el mundo.

Y me gustaría acabar esta breve reflexión animándoos a escuchar en el día de hoy la canción de "La Muralla" en cualquiera de sus versiones. Ya se sabe que la música mueve montañas.

¡Buenos días!