Texto: Quique Infante
Música: Bensoundcute
Hoy es mi cumpleaños. (No, el mío, que estoy locutando este texto, no. Es el cumpleaños de quien lo ha escrito).
Y mucha gente de buenas costumbres me llamará para felicitarme; incluso alguno, de mejores costumbres, tendrá algún detalle de cariño. Pero la realidad es que yo no tengo ningún mérito como para que me feliciten hoy. Yo no hice nada por nacer. Sí he podido tener algún mérito en haber llegado entero hasta los 53, pero tampoco tanto.
Quienes sí tienen mérito son mis padres. Ellos sí decidieron que yo viniera al mundo, y llevan 53 años cuidándome, preocupándose por mi salud, por mi educación, por mis compañías, por mis desmadres (palabra que debe significar “lo que no harías si te viera tu madre”), por mi vida espiritual y, en definitiva, por mi felicidad. Así que todos los que me deseéis “felicidades” hoy, lo hacéis -sin daros cuenta- felicitando y dando las gracias a mis padres por haberme hecho feliz todos estos años.
Y como la felicidad se celebra en un día concreto, que coincide con el de tu llegada al mundo (aunque en realidad ya llevabas unos meses existiendo y siendo persona), el gran homenaje debería ser hoy para mi madre. Porque las madres empiezan la carrera de tu vida al “sprint”: tras nueve meses de duro entrenamiento, de sacrificios de todo tipo, de incomodidades y malestares, “rematan” el día del alumbramiento con lo que dicen es uno de los mayores esfuerzos físicos que una persona puede llegar a hacer. Algo muy similar -dicen- a cuando un hombre tiene unas décimas de fiebre.
Bromas aparte, las madres muestran sus cartas en tus primeros minutos de vida. Ellas te confirman, aunque seas un enano que no se entera de nada, que están dispuestas a aceptar cualquier sufrimiento para ayudarte. Y así te lo demostrarán todos y cada uno de los días de tu vida.
Así que elijamos al menos un día al año, el de nuestro cumpleaños, para felicitar a quien realmente hizo algo meritorio ese día. Alguien que merece todo nuestro reconocimiento y cariño: nuestra madre.
Y como hoy me toca a mí (al que escribe, no al que lee, insisto), te lo digo en público: “Muchas felicidades por mi cumpleaños, mamá. Te quiero infinito”.