Temor a un Dios rompedor

Publicado el 12/06/2024
Agustinos


Texto:  Calra de Mingo
Música:  Bensoundcute

Hace unas semanas, celebrábamos el día de Pentecostés, recordando la venida del Espíritu Santo y el inicio de las actividades de la Iglesia. Con ello, recordamos también los dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.

Aún recuerdo la primera vez que escuché que el temor de Dios era un don. Apenas estaría en los grupos de comunión, y fui corriendo a ver al sacerdote y el pobre hombre debió ver mi cara de pavor que hasta se preocupó y todo. “Padre, ¿temer a Dios es un don? Porque yo ese don no lo quiero. Yo no veo la gracia en ver temer a alguien que quiero. Yo si temo a alguien no le quiero, le tendré si acaso respeto, pero ganado por el miedo”. Ahí fue cuando el padre sonrió y me dijo “¿pero te da miedo perderle, hacerle daño, alejarte?”. “Sin duda”. “Pues ahí está tu temor de Dios”. Tengo que reconocer que esa noche dormí mejor.

Yo creo que nunca he presentado a mi abuelo, y, aunque podría hacerlo durante horas, trataré de ser lo más breve posible. Fue él quien nos inculcó el amor por la lectura y, el nieto que pudiera, por la escritura. Gallego de nacimiento, siempre nos cuenta las historias de su infancia, de cómo vivían en la aldea, lo que ha cambiado el estilo de vida, y entre otras cosas, la religión. Creo que saben de sobra, incluso mejor que yo a lo que se refiere, la idea de un Dios castigador, donde cualquier cosa que hicieran prácticamente iba a enfadarle. No quedan atrás las bulas y permisos que hoy en día vemos descabellados, pero que apenas han pasado 50, 60 años de ellos.

Y alguna que otra vez debatimos sobre lo que pensaría Jesús de aquello.

Pues justo leyendo el Evangelio de hoy, me vino a la cabeza aquella conversación: “No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos”.

Me imagino aquella sociedad, llena de normas y preceptos, y el impacto que debió suponer la llegada de un Mesías “rompedor”, donde trataba a todos por igual, independientemente del sexo, clase social, origen, modo de vida… Y ahí se planta Jesús para decirles “tranquilos, que no he venido a romper las leyes de los profetas, sino a darles sentido”.

Son palabras que chocan, pues en varias ocasiones se ve cómo es juzgado por los fariseos y maestros de la ley, tachándoles de ser intolerantes e inflexibles en el cumplimiento de las normas. Sin embargo, sus palabras son completamente ciertas, dando plenitud a todo lo que dijeron los profetas, haciendo referencia en los Evangelios a las Escrituras.  Además, sabemos que Él es el camino, la verdad y la vida, por lo que al final seguirle y cumplir lo que nos diga es cumplir la voluntad del Padre.