Texto: Blanca Rodrigo
Música: Bensoundcute
¡Buenos días!,
Hoy es el Día de Andalucía, así que muchas felicidades a esa preciosa tierra y a todos los andaluces.
Además de tener la suerte de haber vivido varios años la Semana Santa malagueña, tan distinta a la de mi querida Segovia, pero también maravillosa, eso sí, una vez que cambias el chip, y en lugar de desde el silencio, la vives desde el fervor y el entusiasmo en forma de vítores, aplausos y emocionantes saetas; además de esto, decía, he podido conocer personas maravillosas que llevan su tierra siempre con ellos a pesar de vivir a cientos de kilómetros.
Una de esas personas fue Carmela. La conocí en mi adolescencia y me marcó muchísimo porque recibí tanto cariño de ella, fue tan generosa con nosotras (mi hermana también estaba en ese grupito) y, quizá sin quererlo, compartió lecciones de vida que nunca voy a olvidar.
Carmela perdió un hijo en un trágico accidente y, como madre, no alcanzo a imaginar el dolor con el que consiguió vivir desde entonces. A pesar de todo, siempre tenía una palabra amable y cariñosa, un recuerdo divertido, un CD de su hijo para regalarnos, anécdotas que contar…; siempre junto a Ricardo, su marido, nos hacían reír, nos invitaban a desayunar algún domingo, nos cuidaron mucho, la verdad, y nos agradecían continuamente nuestra compañía, les gustaba estar rodeados de gente joven.
Carmela nos hablaba mucho de su Matalascañas (Huelva) y tenía un precioso y divertido acento andaluz. Tras un verano nos trajo un detalle que aún conservo con inmenso cariño y gran devoción: una medalla de oro de la Virgen del Rocío, la Blanca Paloma. Sin duda, la Fe une mucho y una Fe compartida es más fuerte. Ella era mujer de Fe.
Tengo que reconocer que cada vez que escucho la Salve Rociera sonrío pensando en ella y me viene su imagen con su rubia melena y su inmensa sonrisa. ¡Qué grande, Carmen!.
Pues sirvan estas líneas de pequeño homenaje a aquellas personas que la vida nos trae en algún momento y que nos aportan mucho más de lo que pensamos. Si además tienen el ingrediente de la Fe y de vivir como Jesús nos pidió, compartiendo y haciendo el bien, son un auténtico regalo, sin duda.
Os propongo pensar en alguna persona que os haya podido dejar huella y dedicarle un agradecimiento.
Y lanzo esta pregunta: ¿dejaremos también nosotros huella en otros?. ¡Ojalá que sí!.
¡Muy buenos días!