TOMA y LEE

Publicado el 14/09/2023
Agustinos


Texto:  P. Agustín Alcalde Arriba, OSA
Música: Claro de luna (Beethoven) - Richard Clayderman

TOMA Y LEE

(Un milagro infantil)

Buenos días.

Creo que el “tolle lege” que escuchó San Agustín nos trae a todos resonancias de preocupaciones no resueltas, miedos inconfesables, emociones grandes y casi inexplicables.

Pero, sobre todo, esa letra -mejor debemos decir ese “título”- de una canción infantil tan antigua como la vida, debe llevarnos a aceptar el misterio de lo inesperado; desde la fe decimos lo inexplicable o incomprensible.

Agustín, todavía no de Hipona, sino simplemente amigo de Alipio y casi temeroso de su exigente madre Mónica, vivió la experiencia y lección de uno o unos niños, como nos ocurre siempre, de forma totalmente gratuita, que también puede llamarse admirable.

No llegó a Agustín la decisión o conquista más importante de su vida por motivo de sus estudios o de la mano de un consejero muy preparado o ponderado en aquel siglo IV. Surgió en un lugar agradable, un huerto de Milán se dice, al lado de una higuera y de forma totalmente inesperada.

Se trataba, no de un texto, sino de una música nueva para él, repetida una y otra vez. Nunca nos dijo Agustín si volvió a escucharla o si, incluso, intentó descubrir quien se la “regaló”. Porque podríamos definir esta música y su contenido como un regalo de Dios. Dios que habla en el silencio, que sin palabras nos narra sus deseos, se sirvió de una música infantil para deshacer 30 años de incertidumbres y dudas, luchas y lágrimas como nos dice el mismo Agustín y dejar de lado el “mañana, mañana”.

Por eso cuando hace un mes, más o menos, en La Vid, concretamente en la Hospedería del monasterio, encontré escrito en la pared de fondo “Tolle Lege” sobre unas tablas de madera oscura de pino de Soria me quedé boquiabierto, extrañado, casi incrédulo de lo que leía. Los diseñadores escribieron este título con letras bien grandes, cada letra de más de 40 centímetros. Pocos de los que allí entran y lo ven, intentan leerlo, entenderlo o traducirlo. Casi siempre cuando explicamos lo que dice, la gente sonríe y añade… -Pues es verdad, es fácil, sólo se trata de una orden: “tomar” lo que tenemos más cerca y con atención ponerlo en práctica, en este caso, “leer”. En muchos lugares del restaurante se han colocado libros, incluso en el exhibidor frontal del bar entre las botellas. Y, casi sin querer, niños y a veces personas mayores o estudiosos toman un libro de los muchos que hay en diferentes lugares y lo abren, lo ojean primero y después lo hojean (ya con “hache”).

Se me antoja que esta lección que puso en práctica Agustín debería darnos coraje por haber tardado tanto en entender o “hacer vida”, poner en práctica, tantas acciones solo insinuadas o planteadas e inconclusas y sin embargo urgentes o necesarias. Fijémonos… si Agustín hubiera leído ese texto de San Pablo, sin esa animación infantil, yo creo que tal vez algo hubiera pasado, pero no lo que ocurrió. Aquí está el milagro, podríamos decir: unos niños enseñan al doctor Agustín a leer-bien y a hacer-lo-que-hay-que-hacer mejor.

La conversión de Agustín, por tanto, no estuvo solo en las palabras que leyó del Apóstol, como él llamaba a San Pablo, duras, directas, exigentes… y sin embargo las tragó como si le parecieran golosinas de niños. De ahí que creo que lo que ocurrió aquella tarde en un jardín, sin nadie esperarlo ni entenderlo del todo, fue un MILAGRO.

BUENOS DÍAS