La paciencia

Publicado el 04/07/2023
Agustinos


Texto: Santiago Alcalde, OSA
Música: Acosuticguitar

No debemos confundir la paciencia con la resignación. La paciencia no es la virtud que interviene para firmar la rendición. La paciencia nunca sale vencida. Tiene el vicio de no reconocerse jamás derrotada y de salir victoriosa de todas las empresas, con la cabeza alta, porque nadie es capaz de hacérsela bajar.

En cierta ocasión unas liebres, que eran perseguidas por los perros, pensaron que era mejor morir que vivir en continuos sobresaltos. Para ello se dirigieron a una laguna con la intención de dejarse morir ahogadas en ella. Cuando estaban a punto de tomar esta decisión, vieron que unas ranas, asustadas por su presencia, se lanzaron al agua. Este hecho las hizo detenerse y una dijo a las otras: “Hermanas no desesperemos por lo que nos pasa. Tengamos paciencia y sigamos como hasta ahora. Ya habéis visto como otros animales sufren los mismos o más sobresaltos que nosotras y no se desean la muerte”.

 Pensar en la paciencia no significa imaginar un rostro apagado, triste, lastimero, maquillado por la resignación. La paciencia es humilde, pero con una humildad que no excluye la bravura, la obstinación, la lucha. La paciencia no tiene nada que ver con la dureza. Más bien agradece la compañía de la dulzura, y tiene afinidad con la delicadeza.

La paciencia, en contra de lo que a veces pensamos, no es la virtud de los viejos. Su papel es, al contrario, impedir el proceso de envejecimiento. No se resigna a estar en los labios de esas personas, tengan la edad que tengan, que habiendo perdido por el camino los sueños, habiendo dejado apagar los ideales más audaces, pretenden sustituirlos por lo que llaman: “la santa paciencia”.

La paciencia no es el consuelo de los viudos que han celebrado ya los funerales de la esperanza. La paciencia sirve para no dejar morir los sueños. Por eso los jóvenes son quienes deben equiparse de paciencia, como cobertura de los ideales más altos. Sin la colaboración de la paciencia, se renuncia a la obra tras el primer fracaso. Después de un incidente, se limita uno a limpiarse las heridas, gimoteando de manera inconsolable. Se adoptan ridículas posturas de víctima después de un rechazo, una incomprensión, un fracaso.