Texto: Santiago Alcalde, OSA
Música: Walk in the park
El saber viaja oculto en parábolas, leyendas y cuentos. Las personas que son capaces de profundizar en ellos, los convierten en luz que guía su camino y el de los demás. Este es el caso de Jesús, nuestro Señor, que hablaba a la gente mediante parábolas para hacerles comprender mejor el Reino de Dios.
Hubo una vez un hombre rico que estaba muy orgulloso de su bodega y del vino que guardaba en ella. De entre todas las vasijas, donde guardaba sus vinos, había una con un caldo añejo muy especial. Era el mejor que él había degustado y lo guardaba para alguna gran ocasión en la vida.
Un día el gobernador del estado fue a visitarlo, y el hombre luego de pensar un poco se dijo: “Esa vasija no se abrirá por un simple gobernador”. En otra ocasión, el que le visitó fue el obispo de la diócesis; pero él se dijo para sí: “No, no destaparé la vasija. Él no apreciará su valor, ni el aroma regodeará su olfato”. El príncipe del reino también fue a verlo un tiempo después y almorzó con él, mas este pensó: “Mi vino es demasiado majestuoso para un simple príncipe”. Incluso el día en que su propio hijo se casó, se dijo: “No, esa vasija no debe ser traída para estos invitados”.
Los años pasaron, y él murió siendo ya viejo. Después de su entierro, abrieron su bodega y, tanto la antigua vasija de vino como las otras que atesoraba, se repartieron entre la gente que había asistido al funeral. Y ninguno notó su antigüedad. Para ellos, todo lo que se vierte en una copa es solamente vino.
Dejo amigo que tú mismo saques tus propias enseñanzas de este cuento. A mí el relato me sugiere muchas; y presiento que tú también guardas un gran vino a la espera de una buena ocasión para escanciarlo para ti y para los demás. No guardes tu sabiduría o cualquier otra cosa para mañana. Derrámalas hoy generosamente sobre todos.