Texto: Agustin Alcalde, OSA
Música: Walkin in the park
¡BUEN DÍA!
A destiempo: “fuera de tiempo, sin oportunidad”. Así lo define la Real Academia Española.
Para empezar en este “buenos días” quiero recordar que el bien es escaso y los buenos, pocos. “En nuestros tiempos”, decimos, y traemos del recuerdo o a la memoria tiempos pasados.
Si nos detenemos a explicar el TIEMPO, toparemos con la afirmación de san Agustín: “Todos sabemos lo que es; pero cuando queremos definirlo, cogerlo, dominarlo, no sabemos qué decir, cómo atraparlo”.
Cuando entramos en las expresiones: “Se nos va el tiempo”, “no tenemos tiempo”, “el tiempo es oro”, derrapamos como en una superficie resbaladiza, deslizante e inexplicable.
Lo más necesario pero inalcanzable, se nos va de las manos, como el “agua en un cesto”. Se nos desparrama, se nos pierde porque estamos muy ocupados, ocupadísimos: Llenos de prisas y tareas o trabajos, cosas que hacer… urgentes.
Así pues, el tiempo es algo inapresable, sin ser; pero necesario. Se asocia con la vida.
Si quisiéramos castigarnos en una reflexión sobre el tiempo llegaríamos a decir de él que es inoportuno, algo innecesario, “sin oportunidad”, como dice la Real Academia. Demos en esta mañana tiempo al tiempo.
Aquí entro en una frase o realidad que me incomoda: El tiempo medio.
Leyendo en el libro de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI: “Jesús de Nazaret”, traducido del alemán por Fernando del Río, OSA, me encuentro con una cita muy curiosa en las páginas: 336-337 unas afirmaciones muy atrevidas solo propias de un Papa o un gran teólogo. Las cito:
“En el primer domingo de Adviento, el breviario romano propone a los orantes una catequesis de Cirilo de Jerusalén (Cat. XV, 1-3: PG 33,870-874) que comienza con estas palabras: “Anunciamos la venida de Cristo, pero no una sola, sino también una segunda… Apenas unos días después, el miércoles de la primera semana de Adviento, el breviario ofrece una interpretación tomada de las homilías de Adviento de san Bernardo de Claraval, en la cual se expresa una visión complementaria. En ella se lee: “Sabemos de una triple venida del Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia (adventus medius)… En la primera venida, el Señor vino en carne y debilidad; en esta segunda, en espíritu y poder; y, en la última, en gloria y majestad” (In Adventus Domini, serm. III, 4.V, 1: PL 183, 45A.5050C-D). La respuesta dada por Jesús a los Apóstoles sobre el tiempo “¿cuándo ocurrirá esto?” queda sin respuesta con el ¡Sólo Dios sabe!
El tiempo medio es lo más desaprovechado de todo lo que tenemos en nuestra vida, o que no tenemos, como decimos al quejarnos con el “no tenemos tiempo”.
Así como definimos la vida, a veces, como un camino o sendero, o ruta, o pista, incluso objetivo, para al final llevarlo al “sentido de la vida”; con el tiempo no tenemos definición alguna o a lo sumo nos vamos a los sinónimos.
Uno de ellos es “la calma”, como si el tiempo dominado por nuestra voluntad pudiera pararse, como si nos esperara en nuestros “correrías”, en nuestros agobios, sofocos y prisas.
Lo dejo a vuestra propia reflexión juntándolo con el camino de la vida y resumiéndolo en el CAMINO DE LA CALMA, definido y puesto en marcha en tres monasterios de Burgos. Tal vez desaparezca entonces ese “a destiempo” con el que comenzábamos y lo asumimos como una oportunidad única, aunque sea breve.
De la Vid a Silos, pasando por Caleruega podemos encontrar en “el camino de la calma” tres monasterios que nos remansan en el camino del sur al norte o de norte al sur, en esos 35 Km. llenos de pueblos, sendas y paradas, restaurantes y hospederías, si son necesarias; en coche o en bicicleta, caminando o corriendo, algo nos recordará del Camino de Santiago; pero en verdad el Camino es el de Jesús que va con nosotros. Él es el único que en su segunda venida (adventus medius) nos acompaña día a día, en el trabajo y el descanso, un poco alejado del ruido y la televisión, del fútbol y la política cosas todas éstas útiles, pero no necesarias. ¡BUENOS DÍAS!