“Nikolái Rostov se volvió como buscando algo y miró a lo lejos, a las aguas del Danubio, al cielo y al sol. ¡Qué hermoso era el cielo tan azul, tan sereno, tan profundo! ¡Qué radiante y majestuoso el sol en el ocaso! ¡Y qué tersa y cristalina brillaba el agua en el lejano Danubio! Y le parecieron aún más hermosos los montes azulados en la lejanía, al otro lado del río, el monasterio, los misteriosos desfiladeros y los pinares cubiertos de niebla… Todo era allí paz y felicidad… «Nada desearía, absolutamente nada si estuviese allí —pensó Rostov—. Dentro de mí y en ese sol hay tanta felicidad y aquí… gemidos, sufrimientos, miedo, incertidumbre, prisas… De nuevo gritan algo, otra vez se vuelven todos corriendo… y yo corro como ellos y ella… la muerte está cerca, me rodea… Un instante más y ya no veré este sol, esas aguas, esos desfiladeros…». En aquel momento el sol empezó a esconderse tras las nubes, aparecieron delante de él otras camillas. Y el miedo a la muerte y a las camillas y el amor al sol y a la vida, todo se confundió en una sola y turbadora impresión de inquietud.”
León Tolstoi, Guerra y paz