Texto: P. Pablo Tirado Marro, OSA
Música: Amazing Grace - Kesia
Buenos días.
Aunque seamos Agustinos, es bueno y conveniente recordar a grandes santos que fundaron venerables congregaciones que aún nos tienen mucho que decir. Celebramos hoy a San Antonio María Claret y, algo que se me antoja muy necesario para nuestra sociedad actual es, como sus seguidores, los Claretianos, la aportación desde su carisma la apertura a todo el mundo en el diálogo profético.
El diálogo, según ellos, toma diferentes formas: el diálogo como presencia -vivir más que hacer-; el diálogo interreligioso e intercultural que promueve la paz y la reconciliación; el diálogo con la creación que lleva a la conversión ecológica; diálogo que extienden también al nuevo continente digital y a las nuevas generaciones de jóvenes para evangelizar y ser evangelizados.
No son tiempos sociales en los que veamos grandes ejemplos de diálogo, sobre todo, en la esfera pública, donde todo se torna en un escenario de mutua confrontación, descalificación y, en ocasiones, persecución. Nada nuevo conforme a la historia cainita de la humanidad.
Por eso, al puro estilo de los encuentros de Jesús, debemos buscar ser seres dialogantes o dialógicos, que buscan la verdad a través de la palabra contrastada. Desde la Antigüedad, se han buscado diferentes contextos, donde el diálogo se convierte en una búsqueda de algo: un acuerdo o pacto entre los interlocutores, un consuelo espiritual para el que sufre, un nuevo proyecto o un camino de sabiduría.
Incluso hoy en día, las técnicas de coaching se han puesto de moda enfocando al diálogo como un instrumento fundamental. Pero el coach no es un gurú con conocimientos profundos, sino que su técnica profesional se basa en el principio socrático de la mayéutica. Haciendo preguntas a su cliente, este va tomando conciencia de sus propios errores o debilidades. El coach es un nuevo Sócrates que “saca a la luz” aquello que el cliente ya sabe, pero de lo que todavía no es consciente.
En suma, nuestros tiempos necesitan de creyentes que sepan dialogar, para buscar la verdad junto a otros; con criterio y con humildad. San Agustín también fue un hombre que cultivó el diálogo, no solo como género literario, sino sobre todo como vía de búsqueda del conocimiento verdadero. Valga este pensamiento de una de sus no tan conocidas obras: “presiento que esta esperanza de que juntos, vosotros conmigo, llegaremos a poseer el camino de la sabiduría (spero uos uiam sapientiae mecum obtenturos)» (De utilitate credendi, 4).
Muy buenos días.