Evangelio
Santa María Madre de Dios

Escrito el 01/01/2025
Agustinos


Texto:  Ángel Andújar, OSA
Música: Crying in my beer. Audionautiz

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.2, 16-21

Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.

Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

 

Estamos inaugurando un año, el que completa el primer cuarto del siglo XXI, que para los miembros de la Iglesia vendrá marcado por el Jubileo de la esperanza. Y lo hacemos celebrando esta entrañable fiesta en torno a Santa María, Madre de Dios.

Frente a los excesos de estos días, el Evangelio nos presenta hoy un relato enmarcado en la sencillez. Se nos habla de unos pastores, personas humildes y poco consideradas socialmente en aquellos tiempos. Se nos habla de María y de José, matrimonio peregrino proveniente de un rincón remoto del mundo, que pon no tener no tiene ni siquiera un lugar donde poder traer al mundo a su hijo. Se nos habla de un establo y un pesebre, recurso desesperado donde poder buscar un poco de calor para la criatura que es dada a luz. Y se nos habla de un niño frágil e indefenso, que paradójicamente será reconocido como el Mesías esperado.

Todos estos elementos nos muestran cómo se las gasta Dios. La gran fiesta de la Navidad, la celebración de Dios-con-nosotros, nos muestra que el Señor, el absoluto, el Grande con mayúsculas, se abaja a nuestra realidad, y lo hace del modo más sencillo posible, encarnándose en la pobreza más radical. Porque así es Dios, y así nos invita a vivir. Ciertamente, estos días somos muchos los que nos dejamos llevar por algún tipo de exceso: las comidas, los regalos, los encuentros familiares, e incluso los buenos deseos, están presididos por un cierto nivel de derroche, que se hace casi inevitable si queremos dar a la Navidad un carácter excepcional en nuestra vida. Pero es importante que no olvidemos lo esencial: a Dios, cuyo nacimiento en el seno de nuestra humanidad estamos conmemorando y actualizando, sólo lo podremos descubrir en la pequeñez, en la pobreza y la sencillez. Porque así lo ha querido Él.