Dios con nosotros

Publicado el 18/12/2024
Agustinos

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Texto: Clara de Mingo
Música: Bensoundcute

Esperanza 

Desde que tengo conocimiento y me voy implicando más en mi parroquia, siempre espero con gran ilusión el lema de cada curso. Al principio era una frase, un cartel en la pared del aula, pero en los últimos años se ha convertido en una base fundamental para las catequesis. Y es que, particularmente este año, desde mi parroquia (Santa María de la Esperanza) solo podemos hablar maravillas del de este año: “Anunciamos la ESPERANZA”.

Hace unos días, se me presentó en el último momento y casi por casualidad, la oportunidad de realizar un retiro con las hermanas agustinas con un lema sacado de la carta de San Pablo a los Romanos (Rm 5,5): “Una esperanza que no defrauda”. Durante 4 días, pudimos recorrer diversos libros de la Biblia a través del prisma de la esperanza. Cómo Dios establece un pacto con el hombre, le ve tropezar, pero aun así no le abandona, sino que sigue renovando su promesa generación tras generación. Vimos la esperanza confiada en Abraham, Sara y el milagro que se produce tras una risa. “Él (Abraham) creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia” (Rm 4, 18-22).

También vimos la esperanza renovada que anuncian los profetas a los cuatro vientos. Vimos la esperanza probada de Job, que le lleva a despotricar, enfrentarse prácticamente a Dios. Y, por supuesto, vimos la esperanza acogida de María. Una María de la que el evangelista da prácticamente todos los detalles, porque el mensaje de Dios es concreto es para cada uno de nosotros personalmente. No dice el Evangelio “una mujer que andaba por ahí”, sino que dice “Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María”. Dios conoce a María, y elige a María, que está desposada con José, y viven en este sitio. Dios tiene una misión concreta para ella.

Y de la misma manera, también tiene una misión para José, como podemos ver en el Evangelio de hoy: “José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados. Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por medio del profeta: Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros”. ¡Qué esperanza más bonita! Dios con nosotros. Ya desde que lo dijeron los profetas, esperad que vendrá un niño, el Emmanuel. Y cómo vino… Efectivamente, una esperanza que no defrauda.

No podía acabar esta reflexión sin rezarle una pequeña oración transformada en canción a Santa María de la Esperanza en su día:

Santa María de la Esperanza, mantén el ritmo de nuestra espera.

Nos diste al esperado de los tiempos, mil veces prometido en los profetas. Y nosotros de nuevo deseamos que vuelva a repetirnos sus promesas.

Brillaste como aurora del gran día, plantaba Dios su tienda en nuestro suelo. Y nosotros soñamos con su vuelta, queremos la llegada de su reino.

Esperaste cuando todos vacilaban el triunfo de Jesús sobre la muerte. Y nosotros esperamos que su vida, anime nuestro mundo para siempre.

Viviste con la cruz de la esperanza tensando en el amor de larga espera. Y nosotros buscamos con los hombres el nuevo amanecer de nuestra tierra”