Texto: Aurora Sanz
Música: Walkin in the park
Abolición de la escalvitud
Hoy celebramos el día internacional para la abolición de la esclavitud. Cuando pensamos en esclavos, probablemente venga a nuestra mente una imagen de las antiguas plantaciones del Sur de Estados Unidos o de la antigüedad (Roma, Egipto...). La esclavitud, una de las más atroces lacras de la humanidad (personas sin derechos, cosificadas como un bien más), no es solo un capítulo oscuro en los libros de historia; es una herida abierta que sigue supurando en pleno siglo XXI. Durante siglos, millones de personas fueron despojadas de su libertad y humanidad, tratadas como objetos, y sometidas a una existencia de sufrimiento y explotación. Aunque las cadenas físicas han sido abolidas oficialmente en todos los rincones del mundo, otras formas de esclavitud, menos visibles, pero igual de devastadoras, persisten.
En el mundo contemporáneo, la esclavitud se disfraza de costumbres, normas sociales o incluso necesidades económicas. En algunas sociedades, las mujeres siguen siendo tratadas como ciudadanas de segunda clase, obligadas a llevar burka, sin derecho a hablar delante de extraños y sin acceso a la educación. En ciertos países, el acceso a la educación, a la vida pública o a la toma de decisiones sigue vetado para las mujeres de forma generalizada. El burka, lejos de ser una simple prenda, se ha convertido en un símbolo global de opresión: una barrera que invisibiliza a millones de mujeres, privándolas no solo de su identidad, sino también de su dignidad y de sus derechos fundamentales.
Pero estas cadenas no solo están en sociedades lejanas, sino también en nuestra teóricamente avanzada sociedad occidental. En nuestro día a día, convivimos con formas de esclavitud más sutiles y autoimpuestas que también erosionan nuestra libertad. La tiranía de la imagen nos obliga a medir nuestro valor por nuestra apariencia, alimentada por ideales irreales en redes sociales que constantemente nos exigen ser "perfectos". Los dispositivos tecnológicos, diseñados para conectarnos, acaban siendo dueños de nuestra atención, atrapándonos en un ciclo interminable de notificaciones y dependencia digital. Incluso el "qué dirán" actúa como una cadena invisible, dictando cómo nos vestimos, qué decidimos, o incluso a qué aspiramos, por miedo a no encajar o decepcionar a otros.
El consumismo nos ofrece otra prisión: la creencia de que nuestro éxito y felicidad dependen de tener más, poseer lo último, aparentar prosperidad. Esta carrera interminable, lejos de liberarnos, nos somete a estrés, insatisfacción y una desconexión creciente con lo que realmente importa. La semana pasada nos han bombardeado con campañas comerciales durante el Black Friday y en estos próximos días la excusa serán los regalos de Navidad, en enero las rebajas,...
En este Día Internacional para la Abolición de la Esclavitud, la pregunta no es solo cómo erradicar las formas tradicionales de explotación y luchar por los derechos de millones de personas que no tienen quien les defienda, sino también cómo liberarnos de nuestras propias cadenas modernas. Tenemos que usar nuestra libertad y ser valientes para romper nuestras propias cadenas, que nos impiden ser plenos, auténticos y solidarios con los demás o al menos nos impiden serlo en mayor medida.
Buenos días