Evangelio
Solemnidad de la Inmaculada. Domingo II de Adviento

Escrito el 08/12/2024
Agustinos


Texto:  Miguel G. de la Lastra, OSA
Música: Crying in my beer. Audionautiz

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.

El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».

Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel.

El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».

Y María dijo al ángel:
«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?».

El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay imposible”».

María contestó:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».

Y el ángel se retiró.

"Alégrate llena de Gracia"

“Alégrate, llena de Gracia” la sorpresa de María ante estas palabras es parecida a la que podemos sentir nosotros si nos hacemos la pregunta ¿llena de qué? Entendemos bien lo que es estar alegre pero ¿Qué es estar lleno de Gracia? Lo más parecido es la sensación que tenemos a veces de que nuestro mundo está “lleno de desgracias” y que el hombre vive en una continua amenaza de la tristeza y de la muerte. La imagen bíblica que refleja esto está en esa “hostilidad” que hay entre la estirpe de la mujer y la estirpe de la serpiente (Gn 3,14), como si la vida de los hombres siempre estuviera marcada por el tropiezo y al final por la muerte.

Pero en el caso de María no es así, en el caso de María “La Palabra se hace carne, pero es la carne la que se une a la Palabra, sin que perezca la Palabra en la carne. ¡Qué gracia! ¿Qué habíamos merecido para tener esto?” (Serm 290) María es Inmaculada, preservada de todo pecado y así en ella la fragilidad de la carne humana no corrompe la Palabra divina ¿por qué sucede esto? Para responder a esta pregunta quizás es mejor preguntarnos qué es lo que corrompe el proyecto que Dios tiene sobre nosotros; si no es la naturaleza humana ¿dónde está el origen de la corrupción y el pecado?

El diálogo del ángel con María lo podemos ver como una imagen en espejo de la conversación que la serpiente tiene con Eva en el jardín. Las dos mujeres escuchan y las dos mujeres aceptan lo que les dice el mensajero que se les presenta. La corrupción de la vida el hombre no nace porque el hombre o la mujer serán corruptos sino porque se dejan convencer de hacer las cosas de forma corrupta, porque aceptan en su corazón la falsedad. “Nuestra primera caída tuvo lugar cuando la mujer de quien hemos heredado la muerte concibió en su corazón el veneno de la serpiente” (Serm. 289,2). La serpiente no obliga, sino que engaña. Es la mujer la que acepta en su interior, en su mente y en su corazón la afirmación de la serpiente como si fuera falsa. Es una “concepción” en lo más íntimo, una convicción en el corazón.

Pero María fue preservada “por un privilegio especial”. Quizás este privilegio consiste precisamente en tener el corazón tan lleno que no cabe el “veneno de la serpiente”. Un corazón tan lleno de verdad que no quedan huecos para las mentiras. Si Eva había acogido en el corazón como verdaderas las palabras de la serpiente, ahora María hace lo mismo, acoge como verdaderas las palabras del ángel “concebirás y lo llamarás Jesús” Elige nombrar su maternidad como un regalo de Dios, como una obra de Salvación y esto la hace bienaventurada entre todas las mujeres y los hombres “porque escuchó la palabra de Dios y la guardó: guardó la verdad en su mente mejor que la carne en su seno. La Verdad es Cristo, carne es Cristo; Cristo Verdad estaba en la mente de María, Cristo carne estaba en el seno de María (Serm. 72A).

Para poder hacer eso la mente y el corazón de María no tenían ningún tipo de atracción hacia el pecado, hacia nada que fuera distinto de Cristo. El corazón de la madre albergaba sólo la idea del Hijo como una bendición. No había hueco para ambiciones, miedos, mentiras, preocupaciones. Era madre porque tenía un Hijo.

Nosotros quizás no tenemos un corazón así, pero podemos hacer así a nuestro corazón. Podemos fijar nuestro corazón sólo en la Verdad, concebir sólo de las Palabras de Dios. María nos abre un camino pero también nos muestra quiénes somos, nos dice hacia donde caminamos si seguimos detrás de ella el camino de “acoger la Palabra”. En Cristo, con su mente sólo en Cristo, María hace que “la cabeza de la serpiente antigua, tropiezo para la mujer que cayó, se convirtió en peldaño para los que suben” (Serm. 280,1).

Dios pronuncia sobre nosotros palabras de bendición, nos llama hijos, nos llama hermanos, nos recuerda que el amor es nuestra identidad ¿concebimos esas palabras en nuestra mente?

“Creyó María, y se hizo realidad en ella lo que creyó” (Serm. 271)