Evangelio
Domingo XXIII del Tiempo Ordinario

Escrito el 08/09/2024
Agustinos


Texto:  Jesús Baños, OSA
Música: Prelude nº1 in C major. Joham S. Bach (Kimiko Ishizaka)

En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano.
Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.
Y mirando al cielo, suspiró y le dijo:
«Effetá» (esto es, «ábrete»).
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente.
Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.
Y en el colmo del asombro decían:
«Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Acciones "convertidoras"

Un milagro de Jesús en territorio gentil. ¡Nuestro territorio! Vivimos tiempos y espacios en los que abundamos los sordos y los casi mudos. Sordos para lo que no queremos o no nos interesa oír y casi mudos para la verdad y para la coherencia. Y así, nos perdemos tanto…

Los milagros de Jesús son signos, signos de ese Reino que estuvo empeñado en dar a conocer y hacer realidad. Y como tales signos manifiestan el amor de Dios por el hombre; un amor incondicional que se traduce em bondad, verdad, belleza, salud, justicia, … Son acciones transformadoras, podríamos decir pidiendo licencia al diccionario, acciones “convertidoras”. Por eso es tan necesario que nosotros, que escuchamos hoy su evangelio, nos expongamos a los milagros de Jesús; que nos sintamos protagonistas de estos relatos. Viviendo en territorio gentil necesitamos identificarnos hoy con el sordomudo que por la acción clara, concreta y precisa de Jesús, tocando su lengua y sus oídos, experimenta ese amor de Dios y cambia a mejor. Esa es la dinámica de la conversión, la dinámica del Reino que el evangelio nos invita a acoger: dejarnos hacer por Jesús para ser mejores, para que este mucho sea mejor.

La palabra imperativa de Jesús que escuchamos en este evangelio, ese “¡ábrete!” es, quiere ser, todo un programa de vida para nosotros. Se puede hacer realidad en nuestra vida no tanto por lo que nosotros hagamos, sino por lo que dejemos hacer a Jesús en nosotros… Él es el que tiene la fuerza, la virtud y la gracia de cambiar las cosas. La clave está en encontrarnos, en dejarnos encontrar por Él. Hagamos por estar en el camino que va al mar de Galilea; por donde Jesús va a pasar. Son los caminos de tu vida. Y cuando Él pasa, todo se transforma.