Evangelio
Domingo XXII del Tiempo Ordinario

Escrito el 01/09/2024
Agustinos


Texto:  Ángel Andújar, OSA
Música: Prelude nº1 in C major. Joham S. Bach (Kimiko Ishizaka)

En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén; y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Pues los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas).
Y los fariseos y los escribas le preguntaron:
«¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen el pan con las manos impuras?».
Él les contestó:
«Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito:
“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.” Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres».
Llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo:
«Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre.
Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro»

Una religiosidad más auténtica

Muchas personas recordamos cómo desde la infancia, cuando nos sentábamos a la mesa, nos preguntaban: ¿te has lavado las manos? ¿Por qué se considera importante lavarse la manos antes de comer? Por una pura razón sanitaria, es evidente. Eso ya lo sabían los antiguos que, con el fin de dar una mayor fuerza a la norma de higiene, le asignaron una carga sagrada: si el cuidado de la persona es fundamental para Dios, su voluntad será que nos lavemos las manos y hagamos lo mismo con los objetos destinados a la alimentación (platos, vasos, ollas…); de este modo, liberándolos de todo tipo de gérmenes, estaremos cuidando nuestra salud. En definitiva, lo que estas normas religiosas de pureza buscaban era el bien de la persona, ni más ni menos. Pero, como tales normas, no dejan de ser relativas.

Con el paso del tiempo, se olvida la razón de ser de la norma religiosa y queda la norma en sí misma: como está mandado cumplir con la pureza ritual, si una persona no lo hace se convierte en pecadora y, por tanto, enemiga de Dios, pues va contra su voluntad. El círculo se cierra de un modo absurdo: Dios, que quiere el bien de la persona, parece acabar condenando a la persona por haber incumplido la ley.

Esta es la realidad que refleja la disputa de Jesús con aquellos fariseos y escribas que se acercan a él pidiéndole explicaciones porque sus discípulos no se lavan las manos. Parece que no les importan las personas, sino las leyes y su cumplimiento, como un rito externo del cual parecen desconocer su sentido y fundamentación: si cumples con lo mandado, aunque no sepas por qué se ha mandado, estás salvado; de lo contrario, quedas condenado. No es de extrañar, por tanto, que Jesús les llame hipócritas. Esa religiosidad vacía, que parte de lo externo, no del corazón, lava conciencias, pero está muy lejos de Dios.

Por desgracia, a pesar de que estos pasajes evangélicos son de una claridad meridiana, seguimos encontrando con demasiada frecuencia prácticas religiosas que se cumplen al dedillo sin saber ni el por qué ni el para qué. Es más, se critica veladamente a quienes no “cumplen”, pensando que se está en posesión de la verdad. Si no volvemos a poner en el centro a la persona y su bien, nuestras prácticas religiosas serán absolutamente farisaicas, dejando que nuestro corazón endurecido se aleje cada vez más de Dios, aunque cumplamos externamente con lo mandado. Misericordia quiero, y no sacrificios (Mt 9, 13), dice el Señor. ¿Cuándo tomaremos conciencia de ello de una vez por todas?

Feliz día del Señor.