Evangelio
Domingo XIX del Tiempo Ordinario

Escrito el 11/08/2024
Agustinos


Texto:  José María Martín. OSA
Música: Prelude nº1 in C major. Joham S. Bach (Kimiko Ishizaka)

En aquel tiempo, los judíos murmuraban de Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían:
«¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?»

Jesús tomó la palabra y les dijo:
«No critiquéis. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado.

Y yo lo resucitaré en el último día.

Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”.

Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.

No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.

Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.

Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».

Estamos llamados a saborear la vida eterna

El domingo pasado, escuchábamos que los judíos estaban entusiasmados por la revelación hecha por Jesús a cerca del pan de vida. Hoy vemos que esta situación ha cambiado porque dice “yo soy el pan bajado del cielo”. Algunos judíos están haciéndose preguntas, quizás legitimas, acerca del origen de Jesús. De hecho, Jesús había afirmado: "Yo soy el pan de vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que crea en mí nunca tendrá sed." Esta afirmación había asustado algunos, y por eso ellos protestaron, diciendo: "¿No es Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: he bajado del cielo?" Nosotros también negamos en muchas ocasiones a Jesús y dudamos de Él. No dejamos que Él transforme nuestra vida.  Nos refugiamos en otras seguridades más inmediatas.

Nos perdemos entonces el alimento que da la vida que nunca se acaba. Sin embargo, la Vida eterna está a nuestro alcance: está aquí, en la Eucaristía que estamos celebrando. Jesús sólo nos pide una cosa: que creamos en Él con amor y esperanza. Si lo hacemos así, daremos vida al mundo con nuestro compromiso transformador de la realidad pecadora que nos rodea.

Estar y ser con Él, hacer de Él alimento y sentido es reconocerle como Señor de nuestra vida, Dios con nosotros. Este pan del que hablamos es un pan que verdaderamente transforma, que nos nutre de algo completamente diferente a todo lo demás, Él nos da la vida en plenitud, nos alimenta para ser lo que estamos llamados a ser. Sentirnos alimentados por Dios tiene que quitar de nosotros cualquier hambre, cualquier miedo, cualquier soledad, cualquier insatisfacción. "...el que coma de este pan vivirá para siempre."