Evangelio
Miércoles XI Tiempo Ordinario

Escrito el 19/06/2024
Agustinos


Texto: José María Martín, OSA
Música: Prelude nº1 in C major. Joham S. Bach (Kimiko Ishizaka)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.

Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».


Tres acciones para seguir mejor a Jesús

El evangelio de Mateo presenta el tríptico de tres acciones y básicas para el seguimiento de Jesús: la limosna que es el servicio a los pobres; la oración que es la unión con Dios; el ayuno que es la renuncia a la búsqueda solo del propio bienestar. Al mismo tiempo, hace una llamada a realizar todas esas cosas no para ser honrados por los hombres, sino como camino de fidelidad a Dios. Todo el mundo debe cumplirlas, pero de manera que sean acciones que broten del corazón y no una mera ostentación pública de piedad.

La primera herramienta que presenta Jesús es la limosna, la caridad, pero bien entendida.  Es pasar de la indiferencia al interés por los demás. Dar limosna puede ser relativamente fácil. Quizá tranquilicemos nuestra conciencia, pero esto no es suficiente si no nos mueve el espíritu de caridad que nos hace ser solidarios con el sufrimiento de nuestro prójimo. No basta con dar dinero, también tiempo, cariño, compañía, o esperanza….

Entendemos con frecuencia la oración como “pedir” ayuda al Señor cuando estamos en apuros. Orar es, sobre todo, escuchar a Dios, que nos habla a través de su Palabra, de las personas y de los acontecimientos (los signos de los tiempos).

Ayunar no es hacer un ejercicio de autocontrol para demostrar el autodominio de uno mismo o para tener satisfecho a Dios. Esto será útil sólo si nos hace amar más a Dios y a nuestro prójimo. Recordemos lo que dice el profeta Isaías: “El ayuno que yo quiero es este: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que está desnudo, y no cerrarte a tu propia carne”. Podemos ayunar también de televisión, de tabaco, de fútbol, de internet. ¿Para qué? Para ser más libres y dedicar nuestro tiempo al que más nos necesita.

¿Qué gesto de amor haré en favor de mis hermanos, en especial de los más necesitados? ¿Cómo y cuándo será mi oración? ¿De qué cosas me privaré hoy para poder ayudar mejor al que me necesita?